Por: Dra. Astrid Díaz, Directora Médica Consumer Health Centroamércia y el Caribe.
“Siempre he tenido el estómago delicado”. “Seguro fue el almuerzo de ayer”. “Es que me estreso y me da gastritis”. Estas frases, que escuchamos a diario, reflejan una normalización peligrosa de síntomas digestivos que deberían ser tomados en serio. Porque vivir con malestar estomacal constante no es normal, ni saludable.
En las prácticas médicas se ven a diario pacientes que llevan años con distensión abdominal, acidez, gases, trastornos intestinales como diarrea y estreñimiento o dolor intestinal. Y aunque se han acostumbrado a vivir así, lo cierto es que estos síntomas impactan su calidad de vida, su trabajo, su sueño y su estado de ánimo. Muchos llegan a consulta después de múltiples intentos fallidos, tras pasar por exámenes que no detectan “nada anormal”. Pero que los exámenes estén normales no significa que el paciente esté bien.
Estos casos suelen clasificarse como trastornos gastrointestinales funcionales. Es decir, no hay una lesión orgánica visible, pero sí un desbalance funcional en cómo trabaja el intestino. No son imaginarios, ni inventados: son condiciones multifactoriales, que pueden verse influenciadas por el estrés, la dieta, los hábitos intestinales y, en gran medida, por el equilibrio de la microbiota.
El intestino no es solo un órgano digestivo. Es un eje de conexión con el cerebro (a través del llamado eje intestino-cerebro), con el sistema inmunológico y con nuestras emociones. Por eso, no es casual que cuando alguien está nervioso le dé diarrea, o que un intestino alterado contribuya al insomnio o a la fatiga crónica. Estamos hablando de un sistema mucho más complejo e integrado de lo que tradicionalmente se ha creído.
Hoy existen alternativas terapéuticas más allá de los antiácidos o laxantes. La ciencia ha avanzado en comprender cómo restaurar el equilibrio intestinal desde una mirada integral. Esto incluye la alimentación, el ejercicio, el manejo del estrés y también el uso de fitoterapia o probióticos de uso clínico con evidencia científica sólida. Se trata de recuperar el ritmo natural del cuerpo, sin recurrir a soluciones paliativas que no abordan todos los síntomas.
No hay que resignarse a vivir incómodos. No hay que normalizar la inflamación, el malestar después de cada comida o el uso constante de medicamentos. El cuerpo habla. Y cuando el estómago habla, hay que escucharlo.
Escuchar significa prestarle atención, actuar con base en evidencia médica y buscar ayuda profesional. Cuidar la salud digestiva es cuidar la salud integral. Y muchas veces, basta con hacer pequeños cambios para recuperar el bienestar y volver a sentirse ligero, tranquilo y en control.